Proyecto Sembrando Salud impulsa cambios alimenticios en Boyacá para prevenir la obesidad y diabetes

El programa Sembrando Salud impulsó el cambio de hábitos alimenticios en dos veredas del municipio de Soracá, en el departamento colombiano de Boyacá, donde los índices de obesidad y diabetes son altos, y donde escasea el consumo de verduras y frutas.

   CIFRAS PRINCIPALES

  • -Según la ENSIN, en Boyacá el 52,8% de los adultos presentan sobrepeso y tres de cada ocho mujeres en edad reproductiva (13 a 49 años) sufre de anemia.

    -La población boyacense entre 2 y 64 años muestra bajo consumo diario de hortalizas, verduras y frutas. El 30% de la población no consume lácteos a diario y el 15% no come carne o huevos.

    -En Soracá, según el documento Análisis de situación de salud 2020, elaborado por el Centro de Salud Fe y Esperanza, entre 2014 y 2018 la principal causa de mortalidad fueron las enfermedades del sistema circulatorio, con el 39, 51%.

 

Esta práctica es exitosa porque...

Aumenta con éxito el acceso y el consumo de alimentos saludables entre las mujeres rurales y sus familias más vulnerables a la obesidad y la diabetes en Colombia. Este proyecto empodera a las mujeres rurales para mejorar su propia nutrición y la de sus familias y comunidades desafiando las normas de género y nutrición. Sembrando Salud también demuestra innovación con la incorporación de mecanismos de participación ciudadana y juvenil.

Además, la participación de la entidad municipal de salud, el establecimiento de redes de apoyo local y la colaboración entre ambas asegura la sostenibilidad de la intervención.

BOYACÁ, COLOMBIA – María Belén Duitama Pacasuca dice que muchas veces la papa fue lo único que la salvó del hambre. Tiene 67 años, los ojos rasgados y las manos callosas. Cuando habla, lo hace con la voz pausada y apenas esboza una sonrisa. Tiene claro lo que este alimento le ha dado, pero ahora también sabe que su consumo en exceso, combinado con otros carbohidratos, no beneficia ni su salud, ni la de su familia.

“Entendí que tanta harina ‘engruesa’ la sangre y por eso es que uno no deja de enfermarse. Desde hace un tiempo le hemos bajado al consumo de papa y ahora cocinamos más verduras: remolacha, repollo, lechuga, cilantro, zanahorias, acelga”, dice Belén.

Llegar a ese balance nutricional y al cambio de hábitos alimenticios fue un aprendizaje y un camino que algunas familias de Soracá emprendieron junto al programa Sembrando Salud, que los inició en escuelas de campo con clases y talleres para que ellos mismos pudieran cosechar sus alimentos saludables. Este plan impactó en 285 hogares y más de mil personas.

Trabajar la tierra no es novedad para Belén, que viene de una familia campesina. Recuerda que cuando era pequeña había algunas siembras de habas, maíz y nabos, pero con los años la papa fue ganando terreno hasta convertirse en un monocultivo. Poco a poco se fueron dejando de lado otros alimentos y en la comida diaria, hasta ahora, las frutas y verduras prácticamente no existían. 

Ese fue uno de los hallazgos que más sorprendieron a Paula Andrea Castro Prieto, nutricionista, magíster en Salud Pública e investigadora de la Fundación Santa Fé de Bogotá, que lleva a cabo el proyecto Sembrando Salud. “Encontramos que no había interés ni en el proceso de cultivo, ni en el consumo de verduras y frutas. Al no ser rentable, no se le daba importancia. Pero se trataba de todo un estilo de vida que estaba afectando a la salud. De 36 alimentos de la canasta básica de una familia, solo 12 eran frutas y verduras, algunos sin un aporte nutricional importante”, dijo.

Según el Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional para América Latina y el Caribe, publicado por FAO en 2020, el acceso a dietas saludables puede ser especialmente difícil para los hogares de bajos ingresos y estas poblaciones pueden llevar la doble carga de la malnutrición, es decir, tener sobrepeso y, al mismo tiempo, estar malnutridos.

La Fundación Santa Fé  -una institución privada de carácter social que influye en la salud y el bienestar de las comunidades-  puso en marcha el estudio “Prevención de diabetes y obesidad en una población rural colombiana” con el que luego se dio paso a Sembrando salud.  

Con datos de la Encuesta Nacional de Situación Nutricional (ENSIN) y a través de la recolección de información y muestras de sangre casa a casa en las veredas Chaine y el Rosal, los investigadores comprobaron la ausencia de una dieta balanceada entre los habitantes del municipio de Soracá y la prevalencia de enfermedades como diabetes, sobrepeso y obesidad.

“Al principio solo íbamos a recolectar datos, pero nos arrojaron otras necesidades”, asegura Dayana Cerquera, comunicadora social de la Fundación. El estudio se llevó a cabo entre el 2015 y el 2017 con la participación de 100 personas, hombres y mujeres entre 5 y 64 años. Los investigadores, cuenta Paula, encontraron casos de niños de 7 a 8 años con tallas inferiores a su edad, y en este segmento la prevalencia de la desnutrición era del 20.8%.

Con ese contexto, el siguiente paso fue diseñar el programa con la comunidad, en la que la mayor parte de sus cerca de 6.000 habitantes se dedica a la agricultura, en especial a los cultivos de papa, para intentar disminuir los alarmantes índices de malos hábitos alimenticios.

Nueva vida

“El reto es que desde sus casas la esposa, el esposo, sus hijos y nietos empiecen a consumir productos más saludables”, agrega, y cuenta que también contrataron a una chef que enseñó a las familias a preparar sus nuevos alimentos.

La gran mayoría (74%) de los participantes de Sembrando salud fueron amas de casa. Y más de 40 lograron crear su huerta.

“Desde que tuve a mi primer hijo soy hipertensa. Los médicos siempre me han dicho que no comiera tantas harinas, pero yo me he descuidado un poco. Ahora saco lechuga, cilantro, cebolla y acelga de la huerta. Vendo y también dejo para la familia. Lo más importante es que mi esposo y uno de mis hijos me ayudan en el cuidado”, dice María del Carmen Campos, una campesina de 58 años que también participó del programa y que exhibe con orgullo su diploma. “Mire, esto prueba que fui a todas las clases de la escuela. Hoy habrá ensalada de lechuga”, dice y se ríe antes de preparar el almuerzo.

Belén también aprendió a sembrar una buena variedad de verduras. Cambiar sus hábitos no ha sido fácil, sobre todo porque a su ya dura jornada doméstica, se sumó el cuidado de la huerta y el pasar más tiempo a la intemperie en un paisaje frío, en el que las temperaturas mínimas en ocasiones son menores a 5 grados. Pero su familia también colabora. “Nos sacaron de la idea de que todo tenía que ser con papa. Nos explicaron la importancia de comer otras cosas y nos enseñaron a hacer nuestras propias huertas, a vender las verduras y a dejar para la alimentación de nuestra familia”,  asegura.

Si antes los platos eran más bien blancos, ahora abunda el color. Y uno de los más beneficiados ha sido su nieto Esteban, que, gracias a ella, también ha aprendido a comer verduras. “Me gusta la comida que me prepara la abuela y no dejo nada en el plato”, dice con la cara llena de sonrisa.

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